Escritor y hombre de estilo sobrio


Francisco Villaespesa, amigo personal de Cuenca Benet retrata al escritor abderitano como hombre de carácter sobrio y austero. Esa manera de ser la traslada a la pluma, influenciada por su formación periodística: “El estilo de este escritor responde, como su carácter, a una concepción sobria de la vida, del arte y de la ciencia. Es conciso, podado de toda hojarasca verbal, casi lapidario. El lenguaje es solo el vehículo indispensable del pensamiento maduro, ya que toma a veces, la luminosa consistencia del diamante. La agilidad casi alada de su pluma sabiamente entrenada en el vértigo de la hoja volandera, no deja escapar ni el más rápido matiz ni la más fugitiva belleza; ni hay nada tampoco, sombra del ala en el azul o chispa de rocío entre la hierba, que no descubra y aprese su pupila voraz y certera de gerifalte del periodismo”.
Sin embargo, junto al Francisco Cuenca que deja en sus escritos la huella de su paso durante largos años por las redacciones de muchos diarios, aparece otro Cuenca más barroco. Es el locuaz orador de ingenio sin límites para homenajear en el transcurso de una velada. El hombre capaz de sacarle partido a esos momentos de inspiración y dejarlos inmortalizados en el libro “Espirales de Incienso”, verdadero manual de cómo debe ser la puesta en escena de un comunicador, de un hombre de las relaciones externas al servicio de la cultural andaluza y del andaluz de Cuba que tal vez nunca vuelva a su tierra de origen, pero que al mismo tiempo se siente orgulloso de serlo en la distancia y de contribuir al nacimiento de la sociedad, la cultura y la ciencia de la nación caribeña.

Cuenca es un altruista. Villaespesa, que le conoce bien, sabe a la perfección cual es su juego. No quiere nada para sí. Su obsesión es Andalucía:” Estos trabajos silenciosos y pacientes de búsqueda e investigación, de comentariar y apostillar millares de volúmenes y seleccionar y ordenar copiosos datos biográficos y bibliográficos, requieren una indomable fuerza de voluntad, una gran serenidad de espíritu y una completa independencia económica que nos permitan consagrarles por entero todas nuestras energías y actividades cotidianas.
Dibujo retrato de Cuenca Benet.

Dibujo retrato de Cuenca Benet.

Emprenderlos, robando para ello horas al sueño y descanso a los músculos, sacrificando los pocos momentos de tregua y de ocio que nos concede la despiadada brutalidad de la lucha por la vida, es acto heroico que muy pocos son capaces de realizar y que todos sin embargo debieran comprender y estimar en su justa valoración”. Cuenca se lanza ciegamente a una investigación literaria sobre la importancia de los andaluces en todas las ramas del arte y del saber, sin conocer cual sería su resultado, igual que el científico pasa horas y horas en el laboratorio desconociendo si tantos años de esfuerzo habrán valido la pena.

Pero Cuenca, en su curiosidad periodística ya había descubierto el potencial de Andalucía. Lo conocía de sobra y por ello quería divulgarlo a los cuatro vientos como una especie de gran campaña de imagen y publicidad a favor de Andalucía y los andaluces. Más con la mente de un científico que con la nostalgia de un emigrante que nunca regresó.

Por eso recalca Villaespesa que “esa heroicidad la viene realizando altruistamente en pró de la cultura andaluza, desde muchos años, Francisco Cuenca, el periodista infatigable, entusiasta y culto, que tanto en España como en América como en América ha tenido que cumplir siempre la inapelable sentencia bíblica: Ganarás el pan con el sudor de tu frente”.


Al igual que en resto de su obra de divulgación de la cultura andaluza en “Museo de Pintores y Escultores…” Cuenca Benet, dice Villaespesa, “investiga con la misma paciente escrupulosidad, analiza con el mismo voluntarioso cuidado y exalta con igual fervor y entusiasmo la labor asombrosa de más de 500 pintores y escultores contemporáneos del autor”.

Las referencias a las obras de Pablo Picasso, Julio Romero de Torres como pintores que encabezan la larga lista de renombrados pintores, junto a nombres como José Blanco Coris, Luis Jiménez Aranda, ó Ricardo Verdugo Landi.

Entre los escultores afamados cuya vida y obra describe, destacan los nombres de Antonio Susillo y de Mateo Inurria, artistas ya consagrados a la hora de publicar el libro, junto a otros jóvenes talentos del momento como Cluny, Lafita y Pérez Comendador No olvida Cuenca a los creadores almerienses del momento como los pintores Díaz Molina, Manuel Luque, Joaquín Martínez de la Vega, Carlos O’Connor y el virgitano Salmerón Pellón.


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